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jueves, 16 de septiembre de 2021

Reflexiones jurídicas: piedad, culpa e inocencia

 


Reflexiones jurídicas: piedad, culpa e inocencia 

Por Iván Díaz 


Si el tema de la culpa sólo se limitara con demostrar la ocurrencia de un hecho delictivo, sería fácil condenar a cualquier persona por capricho o por venganza,  pero la parte más difícil es individualizar al supuesto agente infractor: vincularlo directamente con el hecho delictivo, con evidencias suficientes y más allá de toda duda razonable.

El camino de un proceso penal en cuanto a la investigación tiene muchas aristas, que si se observan con la debida honestidad intelectual y técnica se descubrieran los fraudes y abusos de poder por comisión y omisión,  sin importar su tamaño o gravedad o el sujeto procesal que intervenga.

Es que toda actuación dentro del proceso penal tiene un protocolo, (debida diligencia) lo cual asegura el debido proceso como garantía y su exitoso final, sea lo agridulce que sea. 

Los medios no justifican el fin, ni el fin justifica los medios.  No puede haber debido proceso, sin proceso debido. Una hipótesis no puede venderse ni comprarse como sentencia final.

Ni la piedad  ni la culpa inmerecida  pueden entrar en ningún escenario del acceso a justicia penal, por  lo menos en la mente del juez ó fiscal,  quienes son llamados, el primero a juzgar y el segundo a acusar con pruebas suficientes, ya que la piedad es un sentimiento que produce parcialidad y    aunque sea más tarde la verdad es descubierta.

Sin cumplimiento de las garantías procesales no existe seguridad en el acceso a justicia ni para la victima ni para el procesado. 

Como dice la filosofa  Ayn Rand, "piedad por el culpable es traición al inocente". 

Es cierto que cada persona que se le impute un delito debe ser tratado como si fuera inocente hasta que sea probada su culpabilidad en el último juicio, porque el valor de un caso no se  determina como inicia, si no como termina. Si no fuera así no se revisaran las sentencias.

Después de una disputa entre individuos, cuando se tenga que ejercer el  perdón, se tiene una opción moral: hay que hacerlo sin condición alguna, sin traicionar la realidad ni los principios, porque sería cualquier cosa, menos perdón.

El hombre que piensa y que es fiel a sus principios no acepta ni un perdón inmerecido ni una culpa inmerecida.


*Iván Diaz es abogado en función  de ministerio público.

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